
A los editores nos queda el secreto de cada oración, cada coma, cada imagen, tabla o color seleccionado; los párrafos que no conocerán porque fueron suprimidos; los títulos anteriores; personajes anulados o incorporados; las conversaciones, siempre polémicas, con el equipo de realización. Los autores ven nacer su libro, nosotros somos los encargados de su crecimiento, de convertirlo en un producto cultural: que sea visualmente atractivo, que se defienda solo en una librería; debemos ser capaces de resumir en una nota sugerente cientos de páginas, conocimientos, anhelos, estilos, personajes; que el libro grite desde los estantes, que alcance a su lector potencial sin la necesidad de su padre-autor, que lo convenza de su utilidad en los diversos sentidos en que un libro puede ser útil. Si algo he aprendido después de ayudar a concebir tantos libros, de potenciar las mediaciones de las que te comentaba, es que este no es un trabajo para ególatras.
Publicar en el El Mar y la Montaña es el verdadero premio / Claustrofobias